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domingo, 22 de abril de 2018

Decide bien.

Soy una mujer que desde niña aprendió a estar sola y a disfrutar de esa soledad. Aunque muchos no lo crean, siempre he sido una persona antisocial.

Los niños me caían muy mal, me aburrían y desesperaban; ahora, los adultos me caen aún peor. Me cuesta mucho trabajo estar en algún lugar rodeada de personas sin dejar de analizar todos los comportamientos que tienen. Me molesta que las personas desquiten su infelicidad con el resto.

Paradójicamente, una de las cosas que más disfruto es C O M P A R T I R. Amo  compartir, desde una sonrisa con un desconocido, hasta mi libertad.

Quienes realmente me conocen, saben que he compartido y sigo compartiendo todo de mí, lo bueno, lo malo y lo peor. Sin embargo, una de mis lecciones de vida más importantes (y en la cual sigo fallando), es decidir acertadamente con quién compartir eso.

Incontables y dolorosas veces he decidido muy mal con quién compartir un pedacito o un pedazote de mí.

El problema viene cuando la otra persona no logra entender lo valioso del hecho. Esto es, que alguien abra su alma para regalarte un cachito de vida.

Duele cuando decides compartir lo peor de ti, lo que más te avergüenza, lo que más te lastima, lo que nadie más sabe; duele cuando compartes experiencias que son un tesoro para ti y pisan todo como hojas secas.

Volví a caer en la trampa, volví a creer, volví a compartir y me volvieron a restregar un: decidiste mal, otra vez.

Debo aprender a decidir mejor, debo ser más celosa conmigo y lo que tengo para compartir, debo guardar la llave de mis tesoros más grandes en un lugar seguro.

Me volví a caer, esta vez de una manera muy diferente, inexplicable e inentendible para mí... Fue algo nuevo, sentimientos que nunca antes había tenido y, aquí estoy otra vez, buscando todos los cachitos de mí que quedaron regados para volverme a pegar.

martes, 16 de febrero de 2010

Hard day.

Hoy fue uno de esos días que huelen a azufre desde que suena el despertador, de esos en los que me siento lastimada, rota y mucho, pero mucho muy estúpida; donde veo la realidad rechinando de limpia y no hay nada que la pueda maquillar.


En varias ocasiones no pude ocultar ese sentimiento de colilla de cigarro y sin control físico se me aguaron los ojos; soy como una hormiga en el metro, aunque trate de esconderme en algún momento veré una suela encima de mí.

Creí haber encontrado la salida, creí haber subido un escalón y hoy me di cuenta que no, de hecho siento que regrese al punto inicial donde el alma se me escalda con un hermoso y aromático recuerdo de no más de dos segundos.

Finalmente y como desde hace más de una década, aparece él telepáticamente dándome una licencia de desahogo hasta el cansancio... hasta que los ojos se duerman con su propia droga y yo vuelva a comprar 100 gramos de coraje para mi despensa personal.

Quisiera encontrar las instrucciones -que muchos guardan celosamente- para olvidar las farsas y las estafas en las que caí, quisiera no escuchar, quisiera encontrar el camino para las escaleras eléctricas, quisiera dejar de suponer, adivinar y decretar obviedades futuras, quisiera comprar una máquina del tiempo.

La pregunta dura: ¿Por qué creí?

miércoles, 8 de abril de 2009

El espejo se rompió...


Sí, a unas horas de irme a Playa del Carmen y de pasar un fin de semana de ensueño, el espejo se rompió, se cayó y en polvo se transformó... Supuestamente estaba pegado con silicón y eso haría que no se cayera, que quedara fijo, inmóvil y servible... ya había aguantado un par de caídas, ésta ya era una exageración, hubiera sido un milagro o algo más.

Se quebró por completo, no quedó ni un cachito intacto, todo se rompió y eso que ayer se le aplicó una doble capa más de pegol... Está completamente inservible, no hay nada por hacer, aunque lo trate de pegar quedarán millones de huequitos vacíos que son imposibles de llenar; ni siquiera para regresarlo, el ticket lo tiré hace mucho aunque siempre supe que los clavos eran más seguros... siempre ando arriesgando.

A unas horas de sentir la arena blanca en mis pies, el espejo se rompió y ya no hay nada qué hacer ni cómo reponer el daño. Muero de sueño, de coraje, de rabia, de enojo, de tristeza, de impotencia y de incertidumbre... no tengo ganas de hacer nada.

La pregunta del espejo: ¿Por qué la tierra se tragó todos mis bañadores a un día de salir a la Riviera Maya?